Tentaciones del olvido

1. La cueva

Hay paralelismo emergiendo entre nuestro piso de Paris en 1954 y nuestra cueva antes de Cristo. Se desvanece la realidad y brotan imágenes tan frescas: mi mano izquierda sintiendo el relieve de la cueva, sus fisuras, el fuego en latencia dentro de ella, tus dedos empapados de un cobalto primigenio.

Fonemas insípidos, pueriles; nos dirigimos a miradas tus ojos grandes de cazador, como los de un ciervo, siempre atentos, siempre protegiéndome.

En un mundo tan primitivo solemos a salir a cazar. Mis pies descalzos corren detrás de un animal, tus manos tensan una especie de cuerda, cena. Sin lenguaje hablado, conocemos nuestros sentires a través del cuerpo, cuando deseas amor extiendes la palma de tu mano en espera de la mía para entrelazar. Los primeros bordados de la humanidad somos nosotros, los hilos de miel que escurren cuando amas, la tela tersa de mi espalda y el estridente jadeo que reverbera en la cueva cuando te vienes.

Nuestras almas no corresponden con esta época; hay un sentir insabible de sabiduría presente que nos mantiene unidos esperando el siguiente ciclo.  Con paciencia dejo mis sentidos embriagarse por el valle, los olores de las flores nocturnas, el blanco fantasmal de la luna llena, la reminiscencia del animal muerto entre mis dientes. Cada uno tiene sus momentos de introspección y sabemos respetarlos.

De nuevo, tu dedo índice escurriendo azul cobalto, siento fuego en medio del pecho, un cosquillo entre sexual y de alivio se apoderan de mí al verte pintar sobre la cueva, queda inmortalizada tu existencia.

PACP

Junio 24