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El jinete



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PACP


Mi mente visita batallas históricas, asedios, nombres y lugares, pero siempre finaliza pensando en ti.

Tal vez debo escribir el deseo para consumirlo…

 

Es mi cuerpo desnudo sobre el tuyo mi lugar favorito. Tus labios, pronunciando: “If you were my boy, I would not allow you to sleep with briefs,” se desata el calor tenue de tu piel recién bañada, despierta lujuria en mí. Entre placer y dolor, cedo…

 

Te permito tomarme de las muñecas mientras me embistes. Tus manos, cada vez más agresivas, buscan ejecutar algo inacabado en tu vida; deseas moldear mi placer para compensar tus vacíos.

 

Tus dedos dentro en mi boca provocan arcadas.

Tu saliva resbala en mi cara hasta tocar mis labios, alimentando tu éxtasis de creer que me dominas.

 

Trastornado con una mirada mordaz que lancé: ¿Esto es lo máximo que puedes?

Te estremeces. Gimes, casi gruñes y aceleras el ritmo. Soy un caballo, tu caballo…

 

Me mama verte encima de mí; sé que estás a punto de acabar porque cambiaste a esta postura.

Huelo a ti, a tu sudor, y tu voz reverbera en todas mis cavidades.

 

Me exiges —o quizá suplicas— que me declare tuyo.

Tuyo, como un objeto que no siente.

Tuyo, como el mejor actor que vas a conocer.

 

Tuyo por unos minutos. Te cedo mi libertad, mi cuerpo y mis contracciones.

Te vienes.

Y, como todos los hombres, sientes rechazo una vez que acabas.

 

Necesito el sabor de un café negro para deglutir el placer que sigue bajando por mi garganta.

Al final, tú eres el caballo que decido cuándo sacar de su establo, domado a mi voluntad.

 
 
 

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